Una apuesta por el talento mexicano que transforma a nuestro país desde hace 100 años

Empleados experimentados de Ford en Detroit compartieron conocimiento en la planta de San Lázaro en México para iniciar su operación en 1926.

En 1925, en un contexto de reconstrucción nacional, cuando México emergía de la revolución y buscaba abrirse camino hacia el desarrollo, Ford tomó una decisión que cambiaría el rumbo de la industria automotriz del país para siempre: instalar su primera planta de ensamble en la Ciudad de México.

Fue entonces cuando la diplomacia y la economía se alinearon: en 1923, Estados Unidos reanudó relaciones diplomáticas con México. La estrategia de Ford era expandirse fuera de EE.UU. y algunas de las ubicaciones clave por el interés en sus productos era México.

En ese clima de esperanza, Henry Ford envió a uno de sus hombres de confianza, Russell I. Roberge, a explorar personalmente el potencial del país, quien llegó a la conclusión que México tenía todo para ser una base clave en la expansión global de Ford.

En el análisis de optimización y condiciones logísticas presentado por Russell era claro, ensamblar vehículos en México era más viable que importarlos completamente armados, pero había un factor más, la energía e ingenio de los mexicanos que buscaban modernizarse, la habilidad técnica de sus trabajadores, y una clase media emergente que veía en el automóvil un símbolo de progreso.

En la Ciudad de México, el 23 de junio de 1925 se firmó el acta constitutiva oficial de Ford Motor Company S.A. de C.V., las oficinas se instalaron en el edificio Palavicini en Bucareli 13. La planta se instaló en San Lázaro, un barrio al oriente de la capital, esta comenzó su operación 1926. Desde allí, comenzaron a ensamblarse los vehículos que pronto se volverían parte del paisaje cotidiano. El gobierno mexicano también hizo su parte, era una apuesta compartida porque México buscaba industrializarse, y Ford veía la oportunidad de crecer junto con un país que se quería modernizar.

Desde sus primeros años en nuestro país, Ford impulsó la formación técnica, apoyó la creación de escuelas y trabajó de la mano con comunidades para su desarrollo. Además, los trabajadores tenían salarios que estaban muy por encima de la media nacional y se complementaban con una serie de prestaciones que dejaban atrás a la mayoría de las empresas.

Incluso Ford en un tiempo fue proveedor de partes para aviones de aerolíneas mexicanas. Este intercambio de conocimiento llevó a mecánicos nacionales a modificar los famosos trimotores de Mexicana para hacerlos más rápidos, un talento que sorprendió incluso a los ingenieros en Detroit.

Para 1930, la planta había superado su capacidad proyectada de 10 vehículos por día, llegando a fabricar treinta vehículos cada jornada. El resultado de esta eficiencia fue notable y es que, en sus primeros cuatro años de operación, la planta de San Lázaro había ensamblado un poco más de 26,000 automóviles.

A 100 años de aquel inicio, Ford reafirma su orgullo de ser parte de la historia, el presente y el futuro de México. Aquella confianza en 1925 se transformó en una relación sólida, con operaciones de clase mundial, innovación constante, una red de distribuidores comprometida, calidad inigualable, talento e ingenio y un legado industrial que mira hacia adelante.

*Texto basado en el libro del centenario de Ford de México: José Luis Trueba Lara, Ford de México, 1925-2025 (El Equilibrista, México, 2025).

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