Tú como mamá o papá, te preocupas mucho por lo que consumen tus hijos. Les preparas un almuerzo balanceado, procuras cocinarles cenas con productos saludables, y que sus snacks sean de origen natural. «Pues claro, ¡es mi responsabilidad!» dirás, lo cual es cierto. Pero lo que también es tu responsabilidad y apostamos que no te es prioritario, es tu salud.
¿Cuántos de nosotros no hemos agarrado una barrita en lugar de desayunar, o unas papitas de camino a recoger a los hijos, para aguantar el hambre hasta llegar a casa?
Hoy en día, hay más consciencia y tenemos menos excusas para no poner el ejemplo. Sin embargo, muchos padres y madres de familia dicen poner el ejemplo delante de sus hijos pero en cuanto no estén, admiten que hay de dos: o sacian sus antojos con dulces y botanas, o por andar corriendo, no se dan el tiempo de comer bien y recurren a comidas rápidas. Algunos incluso los saltan por completo. Tus niños se salvan de estos males porque tú siempre te aseguras de tener un aperitivo saludable listo para el segundo que anuncian tener hambre, y los envías a la escuela con suficientes opciones nutritivas.
Tenemos más conocimiento ahora acerca de los nutrientes que necesitamos: que las dietas limitadas a alimentos bajos en calorías solamente convienen a ciertos metabolismos y estilos de vida, acerca de qué constituye un alimento para diabéticos y celiáticos y rompimos los mitos acerca de consumir endulzantes o un sustituto del azúcar. Teniendo toda esa información, y aplicándola a lo que preparamos para nuestras familias, ¿cómo es posible que olvidemos esas reglas mientras cocinamos para nosotros mismos?
La vida más saludable de los hijos se debe a muchas cosas. Antes que nada, por no haber probado muchas comidas exóticas sus dietas y gustos se limitan a lo que decidas ofrecerles. Muchos alimentos son gustos que adquirimos los adultos como el vino que contiene muchas calorías y alcohol y a los niños no les gustan bebidas amargas como cerveza o vino; las aceitunas (altas en sodio); y quesos añejos o de cabra (alto en grasas). El chile generalmente tampoco es interés de los niños, por ende varios productos picantes y de escaso contenido nutritivo no entran en sus dietas. Lo triste es que tú ya conoces el sabor, entonces los antojos son más difíciles de ignorar.
También te puede interesar: 5 ideas sobre postres salubles en tu reunión familiar
Hay alternativas: si se te antoja algo salado, en lugar de comer papas, los jitomates cortados con un poco sal imitan el sabor de muchas salsas de pasta, si se te antoja algo grasoso, las nueces y el aguacate (grasas naturales) son lo que realmente quiere tu cuerpo, y cuando llegue el antojo por un refresco, toma agua de limón edulcorado o come unos merengues sin azúcar de Sweetwell. Con estas alternativas se hará más fácil poner el ejemplo incluso cuando no estén los peques.
No olvides comer cada 3-4 horas, en pequeñas cantidades y midiendo carbohidratos, proteínas y grasas por comida. El departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) recomienda que cada día, los carbohidratos deberían representar a 50-60% del total de calorías ingeridas, las proteínas entre 10-35% y las grasas 20-35%. Esto debe actuar como baremo orientativo para que la comida no ocasione riesgos en la salud – no es prescriptivo y deberías ajustar esto a la actividad física que realizas cada día.
Encuentra el tiempo para mantener un diario de cómo te sientes después de cada comida, cada día, y así medir si tienes menos hambre si consumes cero gluten por ejemplo, o si escoger alimentos sin azúcar te hace sentir con más energía durante el día. Así puedes ir tomando consciencia de lo que te hace daño y que te permite rendir mejor mientras juegas y cuides a tu familia.
Sí es imprescindible que los hijos inicien bien la vida con los nutrientes que les permitirá crecer y rendir bien en la escuela, pero si sus papás se sienten sin energía para ayudarles con su tarea en la noche debido a una mala alimentación, tampoco les estamos dando el mejor inicio en la vida. Entonces recuerda, come bien