El objetivo del programa Artemis de la NASA es explorar el polo sur de la luna, donde ningún humano ha estado nunca, para adquirir datos científicos y buscar agua en forma de hielo. Michelin está en el proceso de desarrollar una llanta sin aire para el rover (vehículo explorador) del proyecto, que tendrá que operar en la luna durante una década, transportar dos astronautas, explorar zonas remotas y tomar muestras. Entre las misiones tripuladas, se espera que este vehículo viaje a los diferentes puntos de aterrizaje por sus propios medios y funcione de forma independiente, un gran salto en comparación con el trabajo Apolo de la NASA durante el período de 1961 a 1972. “Durante 135 misiones entre 1995 y 2007, la NASA confió a Michelin el diseño y la producción de las llantas para su transbordador espacial”, explica Christophe Moriceau, director de Investigación Avanzada de Michelin. “Desde entonces, hemos llevado a cabo investigaciones para una variedad de vehículos lunares y, en 2021, iniciamos una nueva colaboración con el equipo de diseño de Intuitive Machines y sus socios: Northrop Grumman, Boeing y AVL para desarrollar las llantas del rover lunar Artemis. Así es como nos involucramos en el programa tras responder a una licitación lanzada por la NASA”.
Está claro que la llanta tendrá que hacer frente a condiciones extremas una vez en la luna: Adherencia: con una gravedad equivalente a una sexta parte de la de la Tierra, la luna constituye un reto único, independientemente del tamaño o el peso del vehículo. Puede ser bastante difícil escalar laderas arenosas en la Tierra, pero es aún más complejo en la luna, donde el rover se enfrentará a inclinaciones de hasta 20 grados en terreno suelto y virgen. Esto requerirá llantas específicas y duraderas que proporcionen agarre en una amplia gama de superficies, con la ayuda de tener la mayor superficie de contacto posible, de la misma manera que usamos raquetas de nieve, aunque menos flexibles, para distribuir nuestro peso cuando caminamos sobre la nieve. Ausencia de atmósfera: la superficie de la luna no está protegida por una atmósfera. En consecuencia, los niveles de rayos UV son mucho más elevados y los materiales envejecen mucho más rápido. Las llantas del rover estarán en contacto permanente con el suelo y estarán sujetas a las agresiones del sol y la luz ultravioleta.
Además, tendrán que resistir a la radiación electromagnética. Estos fenómenos impactarán en el rendimiento del vehículo y sus llantas, por lo que es vital abordarlos con un trabajo profundo sobre los materiales y sus propiedades tribológicas (interacción por fricción), y una comprensión profunda de lo necesario para funcionar en un entorno hostil. Baja resistencia a la rodadura: el rover pasará gran parte de su tiempo a la sombra y, por lo tanto, no podrá recargar sus baterías con frecuencia mediante sus paneles solares. Como resultado, los materiales y el diseño concebidos por Michelin deberán minimizar las necesidades energéticas para preservar la autonomía del vehículo. Cuanta menos resistencia tenga que vencer al avanzar, resistencia causada directamente por sus llantas, menos energía requerirá para hacerlo. Resistencia a la corrosión: la arena en el polo sur de la luna ha estado sometida a muy poca erosión, lo que significa que puede ser muy agresiva y abrasiva para las superficies que entran en contacto con ella. Para funcionar de forma fiable a lo largo de 10.000 km/10 años, y además de sus capacidades todoterreno en arena, rocas y cráteres, las llantas del vehículo deberán estar fabricadas con materiales especialmente resistentes capaces de mantener sus propiedades independientemente de las condiciones. Clima: los científicos esperan encontrar agua en forma de hielo en temperaturas que pueden caer a casi -250 °C, pero que suben a +100 °C en algunos lugares. Esta variación no existe en la Tierra y solo los materiales excepcionales, a través de su composición y capacidad de deformación, podrán sobrevivir. |