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Una experiencia culinaria que acompaña la exposición Vámonos que ya nos vieron, de Carlos Álvarez-Montero.Platillos chicanos reinterpretados con ingredientes japoneses y mexicanos: entre la memoria, la identidad y la resistencia.Una cocina pensada como extensión poética y sensorial del arte, que narran historias de identidad, influencia mutua y comunidad. |
En el corazón de la Juárez, donde la ciudad cambia de ritmo, Loose Blues propone algo más que una comida: una experiencia sensorial que cruza la frontera entre arte, cultura y cocina. Como parte de su nueva etapa como espacio creativo, el proyecto fundado por Shota Kimura y Jacqueline Mota acompaña la exposición “Vámonos que ya nos vieron”, del fotógrafo y artista visual Carlos Álvarez-Montero, con una propuesta gastronómica que traduce la memoria, la identidad y la resistencia en sabores, texturas y atmósferas.
El menú —concebido como una extensión simbólica de la muestra— se compone de dos platillos que cruzan caminos entre la cocina japonesa y los ingredientes locales. Cada preparación dialoga con la idea de frontera, no solo como línea geográfica sino como territorio imaginario: del elote con furikake de kimchi al taco de papa con hoja de shiso y salsa verde con yuzu, las recetas narran historias personales y colectivas que se comen y se evocan al mismo tiempo.
Más allá del paladar, la experiencia está pensada para activar todos los sentidos. El chicano soul suena cálido, acompaña sin invadir como un hilo invisible que une las mesas, las imágenes y las personas. Las fotografías en exposición dialogan con el presente —rostros, gestos y texturas que habitan entre luces tenues y sombras suaves— mientras el espacio, compartido con una tienda de ropa de diseño japonés y un estudio de tatuajes, propone una pausa en medio del ritmo cotidiano. Cerámica artesanal, maderas oscuras y textiles cuidados configuran una atmósfera que invita no solo a comer, sino a habitar y observar el presente.
La carta de bebidas presenta otra narrativa en sí misma: incluye una selección precisa de tés japoneses, entre ellos el mugicha, sake, mezcal artesanal y coctelería de autor, que responde no solo a maridajes, sino a emociones. Desde la yuzu mezcalita —un trago vibrante que equilibra el yuzu salado con el espadín Capón y una nota de totomoxtle— hasta el ume sour, donde el durazno y la ciruela japonesa se funden en shōchū espumoso, cada bebida…