
Por: C.P.C. Elsa Beatriz García Bojorges, Presidenta del Consejo Emisor y Directora del Centro de Investigación y Desarrollo de CINIF (Consejo Mexicano de Normas de Información Financiera y de Sostenibilidad)
En los últimos años, la sostenibilidad ha dejado de ser una aspiración voluntaria para convertirse en un criterio esencial de evaluación para empresas, gobiernos e inversionistas. A nivel global, los mercados exigen mayor transparencia ambiental y social, y cada vez son más los organismos que solicitan a las organizaciones medir y reportar sus impactos en estos ámbitos. En este contexto, la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) se ha convertido en uno de los indicadores más importantes para evaluar la responsabilidad climática de una empresa.
Desde mi experiencia acompañando a organizaciones en su transición hacia modelos de gestión más sostenibles, he observado que en México esta conversación ha cobrado fuerza en los últimos años. Con el lanzamiento de las primeras Normas de Información de Sostenibilidad (NIS), por parte del Consejo Mexicano de Normas de Información Financiera y de Sostenibilidad (CINIF), se da un paso histórico hacia la alineación del país con los estándares internacionales de reporte en materia ambiental, social y de gobernanza (ASG). Este nuevo marco normativo representa un cambio de paradigma: entender que la sostenibilidad no es un apartado separado de la estrategia, sino parte esencial de la resiliencia organizacional.
Uno de los principales desafíos que he visto que enfrentan las organizaciones en México hoy en día es la falta de estandarización y claridad sobre cómo reportar sus impactos ASG, en especial los relacionados con el cambio climático. Aunque muchas empresas reconocen la importancia de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, pocas cuentan con herramientas y marcos normativos que les permitan medir, gestionar y reportar con transparencia.
En lo personal, creo firmemente que las NIS pueden marcar un antes y un después. Las normas emitidas por el CINIF brindan una guía concreta y adaptada al contexto mexicano, permitiendo que las organizaciones conozcan su estatus en materia de sostenibilidad y a partir de esto puedan identificar riesgos y oportunidades desde una perspectiva integral. Lejos de ser una imposición, estas normas son una oportunidad para construir confianza con grupos de interés, atraer inversión responsable y fortalecer la gobernanza corporativa.
Cuantificar para transformar: el rol de las herramientas
Uno de los aspectos clave dentro del marco de las NIS es la necesidad de cuantificar las emisiones de GEI. No se trata solo de un ejercicio técnico, sino de una decisión estratégica. Una empresa que conoce su huella climática está mejor preparada para tomar decisiones, mitigar riesgos regulatorios y responder a las demandas del mercado.
Desde mi rol como consultora, he visto cómo muchas organizaciones se enfrentan a la dificultad de contar con datos fiables. Por eso considero fundamental que existan herramientas que traduzcan los principios normativos en acciones concretas. En este sentido, el CINIF, en colaboración con organizaciones especializadas, ha desarrollado una herramienta gratuita y accesible para facilitar esta labor: la Herramienta de cuantificación de emisiones de GEI. Si bien esta herramienta no es el centro de la conversación, representa un ejemplo práctico de cómo se puede pasar de la norma a la acción.
La utilización de este tipo de instrumentos permite que tanto pequeñas como grandes empresas puedan generar datos confiables, comparables y útiles para sus informes de sostenibilidad.
La pieza faltante: los sistemas de control interno
Ahora bien, en la práctica, medir no siempre es suficiente. Lo que verdaderamente le da valor a esa medición es su confiabilidad. Y aquí es donde entra una pieza clave que muchas veces se subestima: los sistemas de control interno.
Hablar de sostenibilidad sin hablar de controles es dejar abierta la puerta a errores, omisiones o incluso a riesgos reputacionales. Las NIS, al igual que otras normativas internacionales, no solo buscan que las empresas reporten, sino que lo hagan con un nivel razonable de certeza. Y esa certeza solo se puede construir con sistemas robustos que respalden los datos reportados.
Los sistemas de control interno permiten asegurar que la información, como las emisiones de GEI, los impactos sociales o los indicadores de gobernanza, sea consistente, verificable y oportuna. Además, permiten identificar desviaciones y tomar medidas correctivas a tiempo, evitando que los problemas se acumulen o que la organización incurra en incumplimientos ante reguladores o inversionistas.
Según un reciente análisis de KPMG, estos sistemas también ayudan a integrar la sostenibilidad al corazón del modelo operativo de las empresas, fomentando una cultura de cumplimiento y mejora continua. No se trata solo de cumplir por cumplir, sino de generar confianza en el mercado y entre los grupos de interés. En un mundo donde la información es tan valiosa como el producto o servicio que se ofrece, no contar con controles internos adecuados puede ser un lujo muy costoso.
Contexto mexicano
En el sector industrial mexicano ya se están observando cambios importantes. Empresas como Cemex y Ternium México, con operaciones estratégicas en el norte del país, han implementado metodologías de cuantificación y objetivos de reducción de emisiones como parte de sus compromisos con la sostenibilidad global. En sus reportes de sostenibilidad, ambas organizaciones destacan la necesidad de adaptarse a las expectativas de sus cadenas de suministro internacionales, integrando métricas claras sobre emisiones de GEI.
Asimismo, instituciones financieras como BBVA México han fortalecido su gestión del riesgo climático, impulsando la integración de criterios ambientales en su estrategia de negocio. Según su Informe de Sostenibilidad 2024, la entidad ha implementado metodologías avanzadas para analizar la exposición de sus carteras al cambio climático, incorporando métricas de descarbonización y alineando sus operaciones a la meta de emisiones netas cero en 2050. Además, el informe destaca que BBVA México ha reforzado sus exigencias hacia clientes empresariales, promoviendo reportes más robustos sobre su huella de carbono y facilitando así la toma de decisiones responsables en materia financiera y ambiental.
En todos estos casos, la existencia de normas locales como las emitidas por el CINIF facilita la adopción de buenas prácticas sin depender exclusivamente de modelos extranjeros, asegurando la pertinencia cultural, regulatoria y sectorial. En mi opinión, este enfoque local con visión global es uno de los mayores aciertos del esfuerzo normativo mexicano.
Reflexión final: un llamado a la acción responsable
La sostenibilidad ya no es una opción para las organizaciones responsables: es una necesidad. Pero avanzar en este camino requiere más que voluntades; se necesitan normas claras, herramientas accesibles y, sobre todo, sistemas que garanticen el cumplimiento de esas normas.
Hoy, las Normas de Información de Sostenibilidad representan una oportunidad para que las organizaciones mexicanas hablen el mismo lenguaje que el mundo está adoptando. Y dentro de esa conversación, cuantificar nuestras emisiones de GEI no es un fin, sino un principio: el inicio de una gestión climática madura, estratégica y alineada con los retos del siglo XXI.
Desde mi experiencia, puedo afirmar que adoptar estas prácticas no solo fortalecerá la reputación de las organizaciones, sino también su capacidad de innovar, adaptarse y perdurar. Porque en el nuevo lenguaje de los negocios responsables, la sostenibilidad ya no es una traducción: es el idioma original.
