¿Qué es el techo de cristal? Mucho se habla de este concepto sin comprenderlo a profundidad y, a la vez -contradictoriamente- existe la creencia de que vivimos en una época en que la equidad es un objetivo del pasado, ya concretado o logrado en el mercado laboral.
El techo de cristal, en el rubro de los estudios de género, se refiere a la limitación velada -u oculta- del ascenso de las mujeres al interior de las organizaciones. Se conceptualiza como un “techo” porque limita sus carreras profesionales y refleja que, pese al avance que hay actualmente en cuanto a la lucha por la igualdad femenina en términos de oportunidades laborales, esta discriminación se mantiene latente.
El techo de cristal es un obstáculo invisible en la carrera laboral de las mujeres – de cristal, porque no es tan evidente, alude a lo transparente y muchas veces se niega su existencia. Es un límite difícil de traspasar que impide a las mujeres el acceso a cargos de mayor responsabilidad y liderazgo. Esto significa que el ámbito de la toma de decisiones sigue siendo un territorio masculino difícil de penetrar.
En realidad, el mercado laboral se ha estancado en una conversación circular de por qué no hay suficientes mujeres como líderes y ha habido una gran cantidad de discusiones, pero poca acción. En el reporte “Women in Leadership: a key leadership development issue”, la firma de consultoría Mercer señala que, en América Latina, el porcentaje de participación femenina en cargos directivos oscila entre poco más del 15% y menos del 30% dependiendo del país. En Chile, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá y Trinidad y Tobago, el rezago en la paridad se vuelve evidente – menos del 15% de los cargos directivos los ocupan mujeres. El porcentaje de mujeres directivas es ligeramente más optimista en Colombia, Costa Rica, Ecuador, México y Uruguay; pero de cualquier forma el contraste resulta mínimo con entre 15% y 20%. Por su parte, República Dominicana, Guatemala, Perú, Puerto Rico y Venezuela se encuentran por debajo del 30%, con el mayor porcentaje de participación femenina en cargos directivos dentro de América Latina, pero muy por debajo del 50% que se requiere para una paridad.
Es necesario dejar de hablar de diversidad y realizar acciones concretas que logren resultados reales. El Estudio “7 Pasos Hacia Una Inclusión Consciente” define a esta inclusión como “la construcción del deseo, el conocimiento y la capacidad de las personas para tomar decisiones, hacer negocios, pensar y actuar con la intención de incluir mujeres en posiciones de liderazgo”. Entre los hallazgos de este estudio, está el hecho de que las diferencias de género, edad y región geográfica son tajantes y, en general, los líderes consideran que tomará en promedio 17 años para nivelar las condiciones, lo que quiere decir que estamos avanzando, pero a una velocidad mínima.
Conforme a la encuesta realizada por ManpowerGroup en relación con la Inclusión Consciente, la cultura masculina arraigada es el principal obstáculo e incluso los hombres lo afirman. Actitudes propias del techo de cristal son –también- las que se relacionan con la diferencia en el trato que se le da a las mujeres que efectivamente han conquistado cargos directivos, pues, a diferencia de la reacción que se tiene hacia el género masculino cuando llega a la cima de una organización, cuando se trata de una líder mujer, suele existir la tendencia a mantenerlas en permanentes cuestionamientos y evaluaciones, actitud que evidencia la idea tácita de que ellas no tienen derecho a equivocarse; incluso pueden verse envueltas en actitudes misóginas. También, es importante considerar que globalmente las mujeres ganan 22.9% menos que los hombres.
¿Estamos realmente en vías hacia el progreso? Algunos piensan que el problema ha sido resuelto, pero los datos dicen lo contrario. ¿De qué manera se combate esta situación y se logra romper este techo? El debate para contrarrestar estas limitantes que existen en relación con el liderazgo femenino dentro de las organizaciones debe centrarse en nuevos comportamientos sociales que fomenten la paridad. Es necesario romper con el estereotipo de que existen tareas reservadas para los hombres. Adicional a ello, hay un reto paralelo que es el fortalecimiento del liderazgo femenino en todas las esferas de la sociedad. Romper con la cultura masculina arraigada es fundamental.
Un buen punto de partida sería que las mismas mujeres sean conscientes de que estas tendencias sociales existen y que, en vez de dejarse llevar por el statu quo, mantengan un mindset que realmente las ayude a empoderarse, tomando las riendas de su desarrollo personal y profesional, pues en ocasiones son ellas mismas quienes se niegan este derecho. Al ser responsables de su propio empoderamiento, ayudan a promover la equidad y, en medida en que más mujeres lleguen al poder, podrán abrir camino a las generaciones venideras.
Para cerrar la brecha, debemos ser conscientes de estas actitudes para poder evitarlas y, a partir de ello, reconocer y respetar la aportación de las mujeres en la vida política, económica y social, pero, sobre todo, recordar que cuando impulsamos a las mujeres a dar un paso en el terreno laboral, eso genera que podamos avanzar todos; debemos dejar de hablar de género y comenzar a hablar de talento.
En medio de esta lucha para conquistar la paridad, sí existen mujeres que han logrado romper paradigmas y se han adueñado del reto que implica incorporarse al espacio de la toma de decisiones. Si sabemos que estas mismas mujeres líderes consolidadas reconocen que en su carrera han encontrado obstáculos tales como la falta de modelos a seguir, carreras tipificadas por género y falta de acceso a patrocinadores, así como a una red influyente, tomemos en cuenta que lo que genera el cambio es la cultura y comencemos a modificarla.