No hay forma de que, escuchar la palabra “México”, en nuestro país y en el mundo no se piense en la bebida más representativa de nuestra cultura: el maravilloso Tequila, néctar de los Dioses e hijo del Maguey.
A lo largo de los años, se ha desarrollado un gusto especial por conocer cada vez más a fondo las bebidas espiritosas que disfrutamos en ocasiones especiales, en cenas con amigos, o simplemente para relajarnos: la cata. Ahora, cuando se habla de catas, es común que la mayoría de nosotros piense en vinos; sin embargo, últimamente se les ha dado su lugar a otras joyas de nuestras cavas: los destilados. Podemos hablar de cognac o whiskey, pero ¿y nuestros tesoros nacionales? Cómo ignorar el mezcal, y por supuesto, ¿cómo hablar de bebidas nacionales sin mencionar el tequila?
Primero que nada, hay que tener en mente que el tequila tiene tres expresiones: blanco, reposado, y añejo, diferenciados, entre otras cosas, por su tiempo de maduración.
¿Cómo se cata? Se toman en cuenta 4 características fundamentales: cuerpo, aroma, sabor, y color.
Cuerpo: Se describe según el cuerpo de una mujer, haciendo énfasis en la cintura y las piernas, basándose en la forma en que la bebida se impregna en el vaso. Si inclinas un poco el vaso y lo enderezas de nuevo, verás a contraluz o en contraste con un fondo blanco la manera en que se desliza el tequila por el cristal formando, con las gotas, las piernas. Entre más lento bajen las piernas, el tequila tiene más cuerpo (espeso, aceitoso).
Aroma: Denota el contenido herbal de la bebida. Naturalmente, se distingue el agave. Según la procedencia de la madera y el proceso de elaboración, pueden alcanzarse a percibir notas herbales, de madera, y hasta dulces, como vainilla y canela.
Color: Varía según el tiempo de añejamiento. Entre más tiempo pase el destilado madurándose en las barricas, más oscura se verá la bebida, ya que absorbe el color (aroma, y sabor) de la madera.
Sabor: Congruente con aroma y cuerpo. Confirma las características que el cuerpo o el aroma nos dejaron adivinar, como densidad o la presencia de canela, vainilla o simplemente, agave. Puede ser suave, fuerte, cremoso, etc.
Ahora que conoces estos conceptos, quizás te quedan dudas de cómo aplicarlos. A continuación, te presentamos algunos ejemplos:
Cata de Blanco
Tequila: Tequila Herradura Blanco
Cuerpo: De gran cuerpo, espeso y aceitoso. Forma una citura gruesa que desprende piernas que bajan lentamente. Debe formar perlas al servirse.
Aroma: De agave verde y notas herbales.
Color: Transparente y cristalino.
Sabor: Se confirma el agave verde, es fuerte pero agradable.
Grado alcohólico: 46% alcohol volumen.
Presentaciones: 950 ml, 700 ml y 50 ml
Sugerencias de consumo: Solo, como aperetivo, o con sal, limón y sangrita.
Cata de Reposado
Tequila: Tequila Herradura Reposado
Cuerpo: De gran cuerpo, espeso, sedoso. Forma una citura precisa y piernas muy marcadas, que bajan lentamente.
Aroma: Agave cocido, notas muy claras de canela, vainilla y definitivamente madera. Muy agradable.
Color: Ámbar intenso que refleja su añejamiento.
Sabor: Se confirma el agave cocido y notas equilibradas de madera, vainilla y canela.
Grado alcohólico: 40% alcohol volumen.
Presentaciones: 3 litros, 950 ml, 700 ml y 50 ml
Sugerencias de consumo: Como aperitivo, derecho en copa coñaquera a fin de apreciar su aroma y sabor.
Cata de Añejo
Tequila: Tequila Herradura Añejo
Cuerpo: Gran cuerpo, cremoso y aceitoso. Forma una gran cintura que desprende piernas lentamente.
Aroma: Agave cocido y una fuerte presencia de madera, notas de vainilla y mantequilla.
Color: Ámbar oscuro, que evidencia su añejamiento.
Sabor: Agave cocido y madera. Es cremoso al paladar y suave al pasar.
Grado alcohólico: 40% alcohol volumen.
Presentaciones: 750 ml.
Sugerencias de consumo: Como digestivo, solo, en copa coñaquera.